sábado, 8 de agosto de 2009

Diatriba contra los periodistas de judiciales

¿Cómo se reconocen los periodistas de judiciales? Por lo general casi siempre llegan en grupo, bien vestidos, con una grabadora o micrófono en sus manos y algunos acompañados por su camarógrafo. ¿Necesitan más señas? Bueno, una forma más precisa de reconocerlos es que por lo general sus pies no tocan la tierra, pues no es digna de recibir sus pisadas. También se les reconoce por tener siempre un blackberry en su mano derecha, del cual muchos aseguran está pegado quirúrgicamente a ella.

Pero sin duda alguna la forma más precisa de saber quién entre un grupo de personas es un periodista judicial es que es la única que lanza un alarido o se desmaya cuando ve a un general, comandante, teniente, soldado raso, policía o cualquier otra persona que utilice un camuflado o uniforme. Para ellos estas personas son como dioses.

Es que cada vez que ven un verde militar y un par de soles y estrellas en las solapas del uniforme, el periodista judicial suspira tan hondo casi al punto de ahogarse, sus ojos casi se salen de sus órbitas por estar al frente a aquella deidad, porque ellos son como quinceañeras que se derriten por los uniformes, aunque claro está, las del colegio hacen menos escándalo.

La mirada de estos periodistas por lo general está desviada, y no es que sean biscos, sino que está desviada de los problemas, de las denuncias y de las quejas de las otras personas. Porque para ellos lo único que importa en este mundo es saludar a un militar o policía y escuchar sus palabras. Ellos son su mundo.

Para estos periodistas la gente del común es muy poca. Pero, ¿cómo no lo van a ser? Si el mismísimo ministro de defensa sabe sus nombres, los saluda y les pregunta cómo están. Cómo no levitar y creerse más importante que los demás simples mortales si el general Palomino se rió con uno de sus chistes mientras la ciudad de Bogotá estaba al punto del colapso por culpa de la inseguridad.

¿Cómo no mirar con desprecio a las personas que no son como ellos? Si en sus teléfonos celulares aparece el nombre del general Padilla de León y del general Naranjo.

Sueñan con que algún día un colega suyo los entreviste, se ría de su chistes malos y le ruegue por una entrevista. Se desvelan por las noches con una ilusión: que los periodistas celebren cuando consigan su número de celular y lleguen al éxtasis de la emoción cuando él les conteste el teléfono.

Pero todo es un sueño que nunca se les cumplirá.

La mayoría de ellos llevan 40 años lagartiando un puesto oficial, orándole al ministro de paso y rogándole al presidente, a los generales y a cualquier persona que tenga uniforme que los tengan en cuenta en el próximo nombramiento.

Una rueda de prensa con los de judiciales

Se levantan solos porque no se han casado, los demás seres vivientes no son tan importantes como ellos. Al hacerlo se dan cuenta que nuevamente tendrán que ir a una rueda de prensa a las nueve, pero claro ellos llegaran más tarde porque ellos son más importantes que la noticia misma. Además tienen que prepararse, tienen que meditar muy profundamente aumentar su ego y concienciarse de que nuevamente tendrán que seguirle el juego al coronel, teniente, ministro o quien sea que tenga uniforme.

Preparan las preguntas que harán, es decir las preguntas más fáciles que se les ocurran, tienen que concentrarse para leer bien el comunicado de prensa y decirlo tal cual, tendrán que reírse de los chistes de los uniformados, pero primero que todo tendrán que buscar chascarrillos y chismes dignos de verduleras que los acerquen más a sus dioses de camuflaje.

Llegan como de costumbre tarde, pero no hay problema en este país a veces todo empieza una hora después de lo programado así que a veces llegan a tiempo a la rueda de prensa. Pero a ellos no les interesa lo que se diga ahí para algo al final de la conferencia les daran un boletín que ellos dirán tal cual. No, a ellos lo que les importa es ubicar al oficial de mayor rango y como gallinazos irse tras él y empezar su rutina de todos los días.

Después de todas las ruedas de prensa que han tenido en el día llegan a sus casas muy cansados. Totalmente extenuados de leer al pie de la letra los comunicados, de echarle flores al general que por quinta vez en la semana aseguró una nueva captura de uno de los cabecillas de la guerrilla. Estan totalmente mamados, su cuerpo no les da nada, las rodillas le arden como si casi todo el día hubieran estado de rogando por un puesto.

Claro, han tenido un dia díficil y muy largo. Estuvieron casi dos horas echando chismes con sus demás colegas, tomando tinto con los jefes de prensa de las instituciones militares, puesto que ellos están dispuestos a matar para conseguir. Su cabeza y sus pulmones les duelen, hoy vieron muchos camufaldos y uniformes.

Por la noche tienen una pesadilla. Son como los demás, es decir son unos don nadie. El blackberry no está pegado a su mano y en el mundo no habita ya ninguna persona que utilice un uniforme militar. Se levantan sudando, gritando y casi llorando, miran rápidamente su mano derecha y respiran pues su teléfono celular está a la mano, o menor dicho en su mano, pero todavía tienen un temor, buscan rápidamente el nombre del director del Gaula, el del general, el del soldado de Palacio, el del celador de la esquina. Las lágrimas ahora son de alegría pues encuentran sus nombres. Ahora suspiran, se tranquilizan y vuelven a sus sueños con los de camuflado.

Pese a que ganan un sueldo casi que de miseria como la mayoría de los periodistas de este país, ellos creen que han cogido el mundo con las manos. ¿Pero cómo no sentirse una especie de dioses si se verán con el ministro de defensa? Empiezan a levitar, mientras se arreglan, preparan el chascarrillo que contaran, practican frente al espejo como saludarán al general. Miran su reflejo y suspiran, piensan tal vez hoy sí será su día. "Hoy sí me va a decir que yo soy su mano derecha" "que me quiere a su lado y que no puede vivir sin mi". Nuevamente su ego se infla y están preparados para un nuevo día.

También son los únicos que en Halloween se visten de militares o agentes de la policía.